No queremos que nuestros hijos sean perfectos, pero sí felices. Queremos que de adultos sean buenas personas, responsables, exitosas y felices. Sobre todo felices. Y para llegar a ser feliz es fundamental tener un buen concepto de uno mismo, quererse, respetarse, en definitiva, tener una buena autoestima.
No se nace con mucha o con poca autoestima, no es un rasgo de la personalidad. Es algo que hay que cultivar con los niños desde que llegan al mundo.
Para que los pequeños se realicen como personas y puedan relacionarse bien con su entorno, es fundamental que aprendan a quererse, confiar en uno mismo, y tener valor para tomar sus propias decisiones.
Los niños necesitan sentir el afecto de sus padres, su atención, sus cuidados y sentirse merecedores de ese cariño, sin condiciones. Pues el amor de un padre o una madre es incondicional. No sólo queremos a nuestros niños cuando se portan bien o hacen lo que les decimos. También los queremos cuando son desobedientes, cuando son creativos, cuando hacen cosas por sí mismos, etc. Sabemos que ser padres va mucho más allá de eso. Los padres somos los responsables de educar a nuestros hijos y su salud emocional es tan importante como cualquier otra.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a aumentar su autoestima?
- Reforzar lo que haga bien, las conductas que deseamos ver en ellos, cada gesto de autonomía, cada logro. Desde “he aprendido a atarme el nudo de los zapatos” a “he hecho los deberes hoy yo sola sin contar contigo”.
- Podemos dejarles hacerse cargo de pequeñas responsabilidades domésticas, tareas sencillas, como hacer la cama, poner la mesa, recoger su cuarto, etc. Dependiendo siempre de la edad del niño, hay algunas tareas más adecuadas que otras.
- Tener en cuenta sus opiniones, sus sentimientos, sus gustos, les hace sentirse escuchados y tenidos en cuenta. Aceptar sus ideas, aunque sea de vez en cuando, ayuda no sólo al pequeño a sentirse importante, sino que también ayuda a los padres, dicho sea de paso, a abrir más nuestra mente y a ordenar prioridades.
- Evitar siempre las comparaciones, con otros niños, con los hermanos, o con los adultos. Cada niño es único y especial, no es buena idea que una persona se compare a sí misma con otros pues siempre va a ver diferencias tanto en habilidades como en logros, pues las capacidades de cada uno y las circunstancias son diferentes.
- Dedicarles tiempo, tiempo que sea exclusivamente para ellos. Me refiero a leerles un cuento, a jugar con ellos sin mirar el móvil, por ejemplo. No basta con estar con ellos a su lado, sino con estar para ellos.
- Evitar el uso de etiquetas (buenas y malas), cuantos menos calificativos utilicemos con los niños mejor. En lugar de decirle a un adolescente «eres un vago» tiene mejor efecto para su autoestima pedirle amablemente que se levante y recoja su habitación.
- Procurar no sobreprotegerlos, dejar que cometan sus propios errores. Si un día quieren salir a la calle con la camiseta del revés o se les olvidó el desayuno para el cole, debemos dejar que se equivoquen y que asuman las consecuencias de sus decisiones (al fin y al cabo no son tan graves). Pues no queremos convertirnos en hiperpadres, ¿verdad?
Elisa López
10 en Conducta
Psicóloga Infantil Málaga